Aniversario de la Muerte de Fray Luis de Granada




Propiamente el venerable Fray Luis de Granada, no es Santo, pero es uno de los principales personajes de la Orden en España (por no decir que es una de las mayores glorias granadinas). Por eso no queremos dejar pasar esta ocasión del aniversario de su muerte, ocurrida en Lisboa el 31 de Diciembre de 1588, y lo hacemos con unos textos tomados del Boletín del centro artístico de Granada, del lunes, 31 de Diciembre de 1888, III centenario de su muerte.

Hoy se celebrarán solemnes honras fúnebres en la iglesia del ex convento de Santo Domingo por el alma del venerable P. M. Fray Luis de Granada, hijo preclaro de dicha iglesia, donde profesó.

La oración fúnebre estará a cardo del canónigo lectoral de esta catedral D. Maximino Fz. Del Rincón y Soto. Concluidas las honras se descubrirá solemnemente la lápida conmemorativa del centenario, colocada en el vestíbulo del referido ex convento. El texto de la inscripción dice así:

A la memoria del venerable dominico, del sabio maestro y elegantísimo escritor Fray Luis de Granada, honor insigne de su patria que vivió en este convento y murió en Lisboa el 31 de diciembre de 1588. En el tercer centenario de su muerte el Ayuntamiento de esta ciudad.

Asimismo también se informa que con motivo de las fiestas del centenario de Fray Luis de Granada, se hallan en Granada los PP. Fray Paulino Álvarez y Fray Justo Cuervo, religiosos dominicos de Palencia y Vergara, respectivamente, e iniciador el último de la conmemoración del mencionado centenario.

Breve noticia de la vida del Venerable Maestro Fray Luis de Granada, por Leopoldo Eguilaz.

[1]VINO al mundo este príncipe de nuestros escritores ascéticos en Granada el año de gracia de 1504. Al decir del diligente historiador Bermúdez de Pedraza, «los viejos de esta ciudad señalan la casa donde nació este Cicerón cristiano, en un corral de vecindad que tiene dos puertas, una á la calle de los Molinos y otra á la de Santiago.» De ser así y correspondiendo el lugar designado al conocido hoy por Corral del Paso, enclavado dentro del perímetro de la parroquia de Santa Escolástica, desde el punto de su erección, en ella debió de ser bautizado y no en la de S. Cecilio, como con equivocación manifiesta afirma más adelante el citado escritor en otro párrafo de su obra[2].




Su padre, de apellido Sarria, oriundo del pueblo del mismo nombre en Galicia, se estableció en esta ciudad con otros de su tierra, después de su conquista por los Reyes Católicos, con la esperanza, sin duda, de hacer fortuna. Si fueron tales sus propósitos, mal debieron salirle las cuentas, pues á su muerte no dejó á su viuda é hijo otra hacienda que la de la caridad. De esta orfandad y desamparo nos certifica el mismo Fray Luis, cuando, allá por los últimos años de su vida, excusando el argayo que le encarecía su compañero de celda, para defenderse del frio, rigorosísimo en aquel invierno en Lisboa, le dijo: «Padre, no trate más de eso; yo me crie desnudo y mi madre, con una mantellina más vieja que nuestra capa, me cubría, y ella pobre y yo desarrapado íbamos á la portería de Santo Domingo de Granada con nuestra ollica y en ella traíamos un poco de caldo y unos mendruguillos con que nos sustentábamos[3]». Esta situación de necesidad extrema vino á templarse en algo cuando, dolidos los padres dominicos de aquellas criaturas harapientas, dieron empleo á la madre en el lavado de la ropa y en el amasijo del pan del convento, como lo atestigua su propio hijo en aquella carta que cerca de sus postrimerías escribió desde Lisboa al prior de Santo Domingo, remitiéndole una cantidad, producto de sus obras, en la cual le encargaba «que en los libros de recibo mandase hacer asiento de que Fray Luis de Granada, hijo de la lavandera y amasadera del Convento, por ser hijo del hábito del mismo, enviaba aquella limosna.» Este oficio de amasadora ejerciólo más adelante en la Alhambra la madre de Fray Luis, hecho de que así mismo nos da testimonio cuando visitado en Lisboa en 15 82 por D. Pedro de Granada, echando de ver que lo trataba como á deudo, le dijo: «Pobre de mi, señor, que soy hijo de una panadera de la Alhambra.» Máceme sospechar esto que por aquel tiempo debieron tener en ella madre é hijo su morada, y juntamente con esto la circunstancia de que en aquellos sitios reales acaeció el lance que refiere Sousa en la vida de Fray Luis. Y fue que metido en pendencia con otro chico de sus años, de las palabras pasaron á las obras. Hallábase á la sazón el Conde de Tendilla asomado á una de las ventanas de su casa y como viera enzarzados á aquellos rapazuelos, ordenó que luego al punto los desparecieran. Separados que fueron, acercósele Fray Luis diciéndole tales y tan templadas razones y con tal viveza y donaire que, cautivado de su discreción y certificado de su pobreza, mandó á un criado le tomase á su servicio, le criase y le diese estado. En el de paje de sus hijos le vemos por aquellos días, pues, según refirió al susodicho caballero D. Pedro de Granada, con ellos comunicaba, con ellos bajaba cada día á la ciudad casa de un Dómine, siendo portador de los libros en que al par de ellos estudiaba,

Hallándose en este servicio, y siendo de diez años poco más ó menos, se acomodó de acólito en la Capilla Real[4], según refiere el Doctor Luis de Babia y los mismos ministros de ella, al decir del Licenciado Muñoz.



A esta época pienso hay que referir aquellas gentiles muestras de su memoria peregrina cuando, oído que había un sermón, lo repetía de coro á su auditorio infantil con tanto brío y despejo como donosura y gracia. Con tan felices disposiciones, realzadas por su profunda humildad, no es maravilla se sintiera como llevado por la mano á abrazar el estado religioso. 

En el año 1524, cuando aún no contaba los veinte, obtuvo el hábito de novicio en el Convento de Santa Cruz la Real, y el de profeso en 15 de Junio del siguiente, habiendo trocado su apellido por el nombre de su ciudad natal. Aún era viva su madre, aunque, por no estar más medrada de hacienda que en su niñez, tuvo que acudir á su mantenimiento, previa licencia del prior, con la mitad de la ración que recibía de la comunidad. Tan encendido amor la tenia y con tal veneración la miraba, que, hallándose predicando una vez á grandísimo auditorio, como observase que la pobre anciana trataba de abrirse paso por entre la apiñada muchedumbre, cortando el hilo al discurso, dijo á grandes voces: «Dejen entrar á mi madre.» 

Terminado el estudio de artes, en el que aventajó á todos sus condiscípulos, le adjudicó el Capítulo la prebenda, vacante á la sazón, que correspondía al convento en el Colegio Mayor de San Gregorio de Valladolid, donde entró á cursar teología en 11 de Junio de 1529. En él permaneció hasta el propio mes de 1534, en -que regresó á Granada, dejando memoria en aquella santa casa de su sabiduría y virtud y de su vida áspera y penitente. A los tesoros de erudición clásica allegados durante el estudio de Artes añadió otros no menos copiosos y regalados en Escritura, Teología y Patrología y en muy diversos ramos del saber humano. Hasta dio gallardos empleos á su numen poético, que no había de faltar por ventura en genio tan prodigioso, en aquellos hermosos versos, dedicados á Diego de Astudillo, con motivo de su tratado De Generalione, que comienzan: Qiialis purpureo stirgens oriente rnbescit Alma dies flaniinis sidera cunda fngil. 


Cuadro del Padre Granada que se conserva en el camarín de la Virgen del Rosario 

De vuelta á Granada fue nombrado Lector de Artes y Teología, enseñanzas que dio en otros muchos conventos, como se lee en uno de sus biógrafos, mereciendo por ello que se le confiriese el grado del Magisterio teológico, y el dé Maestro general de la orden, título que le fue confirmado en 1564, por el capítulo general de Bolonia. Al cabo de diez años de residencia en Granada, fue comisionado por el general de la orden para reparar el convento de Scala Coeli, fundado en los yermos de Córdoba por San Álvaro, confesor del rey D. Juan II, mandado redificar por el Papa Clemente VII, en un breve que lleva la fecha de 1534. En el silencio de aquellas soledades, cuyos apacibles encantos tanto convidan al recogimiento, escribió Fray Luis su admirable Libro de la Oración y Meditación. Por este tiempo tuvo la dicha de comunicar en Montilla, casa de los Condes de Feria, con el Venerable Juan de Ávila, gran maestro en la predicación, de cuyos labios oyó esta notable sentencia, que jamás se le cayó de la memoria: «Sermón, dijo (contestando al Conde, que deseaba saber su parecer sobre el que acababa de oír á Fray Luis) en que no se predique á Cristo Crucificado y á San Pablo y trayendo su doctrina, no me satisface.»

Este, con otros muchos avisos y documentos que oyó al gran orador durante su estancia en Montilla, fueron parte para que, declarándose su discípulo, le dijera: «Más debo á vuestra merced y á sus consejos, que á muchos años de estudios, y así lo confieso por mi verdadero maestro». De prior del convento de Scala-Coeli, pasó Fray Luis con licencia del provincial, á ser predicador del Duque de Medina-Sidonia, en cuya población y en la de Sanlúcar tuvo su residencia hasta que por orden de sus superiores pasó á fundar el convento de Badajoz. En él compuso aquel libro tan soberanamente hermoso y el que más en estima tenia entre sus otros trabajos, in titulado la Guía de Pecadores, en cuyo elogio dice felicísimamente Muñoz, ser «escritura tan admirable que se puede tener por cierto que la escribía el padre Maestro Fray Luis y el Espíritu Santo la dictaba». Llegó en esto á oídos del Cardenal infante D. Enrique, Arzobispo de Évora, la fama de su nombre, y procurando por el bien espiritual de sus diocesanos, pidió á los prelados de la orden diesen licencia á Fray Luis para trasladarse á Portugal. Obtenida que fue, aposentóle en la casa de religiosos descalzos de la orden de San Francisco, llamada de Valverde, distante una legua de Évora, en cuyo convento, previo permiso del General de los dominicos, fue más tarde prohijado, dejando desde aquella hora de pertenecer á la provincia de Andalucía. En 1557 fue elegido provincial de la de Portugal en el Convento de Batalla. Durante su prelacía floreció la religión, se reformaron las costumbres y prosperó su orden en el reino con nuevas fundaciones. 

Siendo confesor de la Reina Catalina, viuda de Juan III y hermana del Emperador Carlos V, .se le brindó con el Arzobispado de Braga, honra que declinó el ilustre dominico como lo había hecho antes con el Obispado de Viseo y más tarde con el capelo cardenalicio.

Cuando en Octubre de 1572 cesó Fray Luis en el cargo de provincial, recogióse al convento de Santo Domingo de Lisboa, á cuya ciudad siguió al Infante D. Enrique que no se hallaba sin su persona y consejo. Consagrado día y noche á escribir, á la oración y al estudio pasó Fray Luis el resto de su santa vida, si entero de espíritu lacerado por crueles dolencias. Estudiando una noche un sermón viose afligido por la repentina pérdida de un ojo, quedándole tan mermada la vista del otro que pensó haberse quedado ciego. Considerándose ya inútil para escribir y como carga pesada para la comunidad, aplicóse á tocar la tecla, para para acompañar el oficio divino, lo que logró sin esfuerzo, por ayudarle lo mucho que sabía del canto de órgano. Finalmente, amargadas sus postrimerías por nuevos padecimientos, y gravísimo disgusto, después de recibir los Santos Sacramentos, de dirigir la palabra á los novicios, exhortándoles al amor á Dios y á la práctica de la virtud, y de oír la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo, según San Juan, que pidió se le leyese, teniendo en la mano la vela de los agonizantes, entregó el alma á su Creador á las nueve de la noche del 31 de Diciembre de 1588. 

Fue enterrado en el antecoro de la iglesia de su convento y sobre su sepultura colocaron una lápida con una inscripción latina, cuya versión al romance, hecha por el Licenciado Luis Muñoz, dice así: 

«Fray Luis de Granada, de la Orden de los Predicadores, por cuya doctrina se ven mayores milagros (Así lo dixo el Oráculo de Gregorio XIII Pontífice Máximo) que si hubiera alcanzado de Dios vista á ciegos, vida á muertos. Mucho más que por haber repudiado muchas veces Obispados, ilustre por su admirable piedad con Dios y misericordia con los pobres. Habiendo ilustrado todo el Orbe con sus insignes libros y sermones, a los ochenta y cuatro años de su edad, murió en Lisboa, con gran sentimiento de la República Cristiana. El día antes del primero de Enero de mil y quinientos y «ochenta y nueve.»

[1] Para estos ligeros apuntes he consultado la hermosa biografía del Licenciado Don Luis Muñoz. Madrid, 1639.

[2] V. Historia Eclesiástica de Granada, 4ª pte.,fol. 33í, 2.* col.

[3] Los religiosos del, dice Pedraza (lugar citado), por tradición de sus mayores, cuentan graciosos cuentos de la pobreza de la madre y de la humildad del hijo.»

[4] Estaba por aquel tiempo en la Iglesia del Convento de San Francisco de la Alhambra

San Alberto Magno, 15 de Noviembre




(1206-1280) Doctor de la Iglesia, llamado "Doctor Universallis”, Patrón de las ciencias naturales.

Los propios contemporáneos de San Alberto, fueron quienes le dieron el título de "Magno".  Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos, solían llamarle también "el Doctor Universal" pues sus conocimientos en todos los campos eran extraordinarios. El monje Rogelio Bacon le consideraba como "una autoridad" y calificaba sus obras de "fuentes originales". 

San Alberto fue el maestro de Santo Tomás de Aquino, el mas importante de los teólogos de todos los tiempos, pero Alberto es un hombre grande por sí mismo.  De origen suabo, pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años en la Universidad de Padua donde vivía su tío. Allí encontró en 1222, al Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, quién lo dirigió en la vida religiosa y escribió desde Padua a la Beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de condes alemanes".  Uno era Alberto.

Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, probablemente el de Colonia, Alemania donde estaba la escuela mas importante de la orden y la cosa paró ahí. El hecho es que Alberto enseñaba en Colonia en 1228 y en 1229 vistió el hábito de los frailes predicadores. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó ahí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor.  La concurrencia de estudiantes a sus famosas clases fue tan grande que debió enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus Albert".

Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra de París y estuvo constantemente presente en las comunidades que gobernaba, recorriendo a pie la región, mendigando por el camino el alimento y el hospedaje para la noche.



En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad ("studia generalia") en Colonia y nombraron rector a San Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino. 

En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales.  Entre los escritos de San Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de sorra y los ponía a incubar al sol. También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra demostró que ésta es redonda.

Pero el principal mérito de San Alberto reside en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. 

En 1260, el Papa le ordenó obispo de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo material". San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años.

Una vez terminada esa tarea, San Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En víspera de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, Santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, San Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el Beato Pedro de Tarantaise (Inocencio X) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.

En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento.  Dos años después, a los 74 años, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia.  Era el 15 de noviembre de 1280.  Se había mandado a construir su propia tumba, ante la cual todos los días iba a rezar el Oficio de Difuntos.

No fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía.  En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron.  Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico. Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos".  

Aniversario de la Dedicación de la iglesia conventual, 22 de Octubre



El calendario dominicano nos propone esta celebración, las iglesias pueden estar solemnemente consagradas o únicamente bendecidas. Como la mayoría de las fechas de bendición de los templos se han perdido, la orden propone este día para que de forma solemne se recuerde la consagración del templo propio.

Nosotros sabemos que Jesucristo está presente para su Iglesia, y esta verdad, esta realidad, esta doctrina nos ayuda a vislumbrar por qué siquiera celebramos la Dedicación a una Iglesia, es decir, la construcción literal de una iglesia en sí misma y todo lo que esto representa para un cristiano.

Jesús está presente en la Iglesia universal, porque Él es su Cabeza, su Prometido y Fundador (c. Colosenses 1, 18).

Jesús está presente en las pequeñas comunidades cristianas de la Iglesia, porque él ha prometido estar con nosotros de una manera especial donde dos o más estén reunidos en Su Nombre (Mateo 18, 20).

Jesús está verdaderamente presente en la construcción de una iglesia en la manera más especial y central de todos, porque aquí Él está presente en la Sacratísima Eucaristía, el Bendito Sacramento (CCC 1373), en Su Presencia Real.


¿Por qué celebramos la Dedicación de una Iglesia?

Sabemos que en los Evangelios, Jesús, más de una vez, habla de Su “Cuerpo” como un templo. Al hacer esto, Él transfiere el símbolo de identidad desde el Templo de Jerusalén a Él mismo – literalmente, a su propio “Cuerpo”.

San Pablo también, a menudo identifica la comunidad de creyentes como “el templo de Dios” y el lugar donde habita el Espíritu Santo.

Por lo tanto, cuando conmemoramos la Dedicación a una iglesia, entonces, celebramos la construcción de esa iglesia como un símbolo de nuestra identidad más profunda: todos somos “templos vivientes” de Dios, cada uno de nosotros.

En resumen, celebramos la construcción de una iglesia como una imagen de la Iglesia universal construida de las piedras vivientes de las personas bautizadas de Dios. 

El rito de la dedicación de iglesias y de altares es una de las más solemnes acciones litúrgicas. El lugar donde la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, elevar preces de intercesión y de alabanza a Dios y, principalmente, para celebrar los sagrados misterios, y donde se reserva el Santísimo Sacramento de la Eucaristía es imagen peculiar de la Iglesia, templo de Dios, edificado con piedras vivas; también el altar, que el pueblo santo rodea para participar del sacrificio del Señor y alimentarse con el banquete celeste, es signo de Cristo, sacerdote, hostia y altar de su mismo sacrificio.

La dedicación de la iglesia supone para la comunidad cristiana local el coronamiento de una larga empresa de esfuerzos compartidos por todos. Debe ser un día de fiesta, que no puede pasar desapercibido, sino que debe marcar un hito importante en la vida eclesial. Y el aniversario de la Dedicación debe aprovecharse para una concienciación más responsable del papel activo que todos tenemos en la iglesia.

NATURALEZA Y DIGNIDAD DE LAS IGLESIAS

Cristo, por su muerte y su resurrección se convirtió en el verdadero y perfecto templo de la nueva Alianza y reunió al pueblo adquirido por Dios. Este pueblo santo, unificado por virtud y a imagen del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es la Iglesia, o sea, el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde se da culto al Padre con espíritu y verdad. Con razón, pues, desde muy antiguo se llamó "Iglesia" el edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir los sacramentos v celebrar la eucaristía.

Por el hecho de ser un edificio visible, esta casa es un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra e imagen de la Iglesia celestial. Y porque la iglesia se construye como edificio destinado de manera fija y exclusiva a reunir al pueblo de Dios y celebrar los sagrados misterios, conviene dedicarla al Señor con un rito solemne, según la antiquísima costumbre de la Iglesia.

La iglesia, como lo exige su naturaleza, debe ser apta para las celebraciones sagradas, hermosa, con una noble belleza que no consista únicamente en la suntuosidad y ha de ser un auténtico símbolo y signo de las realidades sobrenaturales. La disposición general del edificio sagrado conviene que se haga de tal manera que sea como una imagen de la asamblea reunida, que consienta un proporcionado orden de todas sus partes y que favorezca la perfecta ejecución de cada uno de los ministerios".

Fiesta del Santísimo Rosario, 7 de Octubre



Aunque ha sido muy célebre esta devoción del Rosario desde el tiempo de Santo Domingo, se hizo más célebre con ocasión de la famosa batalla naval de Lepanto, que se ganó por intercesión de nuestra Señora, y particularmente por la devoción de su santo Rosario, la cual, siendo tan sabida, no hay para qué referirla aquí de propósito, y siendo muy propia de la fiesta de hoy no se puede callar del todo, y por eso diré la suma de ella.


Después que Selim II de este nombre, gran turco, rompió las paces con la república de Venecia, y viéndose señor del mar por la multitud de sus naves y soldados, se señoreó del reino de Chipre, y empezó a hacer hostilidades y estragos en los cristianos, el santísimo Pontífice Pío V procuró unir todas las armas católicas contra el enemigo común de la cristiandad que deseaba dominarlo todo con su poder, y presumía eclipsar con sus lunas las luces clarísimas de nuestra fe. Excusáronse los otros príncipes cristianos, y solamente el rey católico Felipe II se coligó con el Papa y con la república de Venecia para oponerse a tan formidable enemigo. Dispúsose una poderosa armada, de la que iba por general D. Juan de Austria, hijo del invicto emperador Carlos V, en quien parecía herencia el valor y patrimonio el vencer. Buscó la armada católica a la turquesa, que esperaba en el golfo de Lepanto.

Los turcos contaban doscientas treinta galeras reales, con otras muchas galeotas y vasos menores; los cristianos llevaban más de doscientas galeras: ochenta y una del rey de España, ciento nueve de Venecia, y doce del Sumo Pontífice, tres de Malta y otras de caballeros particulares. Al llegar nuestra armada a vista de la del enemigo, el viento, que para los turcos era favorable y para los cristianos contrario, amainó casi de repente, empezando ya a desfavorecerles este elemento, y el mar se sosegó, como si pretendiera ver con reposo los dos más poderosos ejércitos del mundo disputarse sobre la posesión de él.

El de los turcos era muy superior en número; el de los cristianos era mayor en el valor: los turcos presumían alistarse debajo de sus banderas la fortuna, hinchados con repetidas victorias; los cristianos sabían qué venía con ellos la justicia de la causa; ambas armadas tenían presente la batalla y el riesgo, y esperaban la victoria y el triunfo; pero los infieles lo esperaban de su valor y los fieles del favor divino.

Por esto, ya que se acercaban a tiro de cañón, mandó su alteza enarbolar un crucifijo y muchas imágenes de Nuestra Señora, y todos, puestos de rodillas hicieron oración a Dios, poniendo por intercesora a la Virgen, suplicándole que no diese la victoria a sus enemigos por castigar a los que le confesaban y llamaban arrepentidos de sus culpas. Luego, habiendo esforzado los dos capitanes a sus soldados, y dado la señal de aceptar de ambas partes la batalla con dos tiros de bombarda, se acometieron las naves con increíble ímpetu, y se peleó por espacio de dos horas con extraño valor, con diferentes sucesos, ya prósperos, ya adversos, como los lleva la guerra, sin saberse aún dónde estaba la victoria, hasta que se reconoció en nuestra armada, y se fue declarando tanto por los cristianos, que en breve tiempo quedó desbaratada y deshecha la armada de los turcos; treinta mil con su bajá muertos, diez mil cautivos, ciento ochenta naves presas, noventa sumergidas, quince mil cristianos rescatados, casi trescientos tiros de artillería tomados; y lo principal fue cobrar las armas católicas la reputación perdida, y perder las mahometanas la soberbia y confianza ganadas en muchas victorias. Murieron de nuestra parte seis mil hombres, por lo cual fue esta batalla la más célebre que han conseguido en el mar los cristianos, y no sé si vio antes primera, ha visto después segunda en sus campañas el elemento del agua.
Debióse esta insigne victoria a las oraciones de San Pío V y de la cristiandad, donde el Santo Pontífice les mandó hacer; y fuera del valor de los soldados cristianos, ayudó mucho la devoción y celo con que confesados y bien dispuestos entraron en la batalla, para morir defendiendo la fe, si Dios por nuestras culpas diese a los infieles la victoria; y principalmente se debió a la intercesión de la sacratísima Virgen María nuestra Señora, singular patrona de las batallas, a quien el Sumo Pontífice encomendó esta empresa, y el general y capitanes hicieron diversos votos.

Consiguióse esta victoria en el primer domingo de octubre de 1571, día que la religión de Predicadores tenía consagrado, como todos los primeros domingos de cada mes, al culto de nuestra Señora del Rosario; y en éste, especialmente encomendaba a Dios el buen suceso de las armas católicas, por mandato del Sumo Pontífice San Pío V, el cual, en reconocimiento de tan señalada merced como recibió toda la cristiandad de la Madre de Dios, consagró este día a su culto, con título de “Santa María de la Victoria”; y Gregorio XIII, que le sucedió, mandó que se celebrase cada año, en el primer domingo de octubre, en todas las iglesias del orbe cristiano donde hubiese capilla o altar de nuestra Señora del Rosario, fiesta a nuestra Señora con título del Rosario, por haberse alcanzado esta victoria por su devoción. Confirmó esta fiesta Clemente VIII, y también Clemente X; a instancia de la reina nuestra señora doña Mariana de Austria. Y se fijó definitivamente para el día 7 de octubre, día de la grandiosa victoria de Nuestra Señora con su arma invencible de todos los tiempos: Su Santísimo Rosario.

El rey Felipe II en reconocimiento a la estancia de la Virgen del Rosario en dicha batalla, mandó que en conmemoración de la victoria de Lepanto la campana de la Vela de la Fortaleza de la Alhambra, tocará el día de la fiesta del Rosario, y así se viene haciendo hasta el día de hoy.

4 de Octubre, San Francisco de Asís, el Sueño de Honorio III

Sobre la relación entre San Francisco y Santo Domingo, mucho se ha escrito a través de los tiempos, sin embargo hoy nos quedamos con el sueño del papa Honorio III, que propicio la aprobación de las dos ordenes.
El sueño de Inocencio III (Fra Angélico)

Escenas de la vida de San Francisco de Asís (Benozzo Gozzoli)


... en octubre de 1215, el Papa Inocencio III tuvo un sueño profético, donde veía a Santo Domingo sostener la iglesia de Letrán. Este sueño, según Constantino de Orvieto, aseguró más tarde la aprobación de la Orden de Santo Domingo, y ha inspirado numerosas obras de arte, y que la tradición franciscana hace extensivo también a San Francisco de Asís.

(Ref. "Santo Domingo de Guzmán", Hipólito Sancho, Tipografía del Rosario, Almagro, 1922, pág.18)

Santo Domingo y San Francisco sosteniendo la iglesia de Letrán; nos han dejado un símbolo magnífico sobre estos dos santos del siglo XIII, que como nuevas y expléndidas columnas en el centro mismo de la Iglesia, la enderezan y la hacen inmutable. También resaltan la figura del Papa Inocencio que tuvo el mérito de comprender a estos santos, de protegerlos, de consagrar su ideal y sus obras nacientes. 


San Jacinto de Polonia, 17 de Agosto


Aparición de la Virgen a San Jacinto, cuadro
procedente de la Iglesia de Santo Domingo
de Granada, hoy en el museo de Bellas Artes
Jacobo, llamado "Jacko" (Święty Jacek, Jacek Odrowąż) nace el año 1185 en el castillo de Sajonia. Es en el siglo XIV cuando se le da el nombre de Jacinto. Hijo de Eustaquio, conde de Korski, de familia noble, cristiana, desde niño, por sus dotes de pureza, piedad, obediencia, se granjeó el cariño y aprecio de todos. De corazón dócil para la virtud, manifestó gran apego a la sabiduría cuando fue a la universidad de Bolonia a estudiar juntamente la Teología y el Derecho, graduándose en ambas.

Regresa a Cracovia y el obispo de la cuidad le pide su ayuda para el gobierno de la diócesis y lo nombra canónigo. Sus nuevas obligaciones no le impiden dedicarse a la oración, piedad y servicio a los enfermos en hospitales, dando sus rentas en limosnas a los necesitados. Su obispo muere y le sucede un tío suyo de nombre Ivón de Konski. En 1218 el nuevo obispo, conocedor de las virtudes de su sobrino, viaja a Roma y lo lleva consigo junto a su hermano Ceslao y otros dos canónigos. Conocen a Santo Domingo y su fama de predicador y milagros que toda Roma comenta. En San Sixto de Roma, asistiendo a una ceremonia, son testigos de un milagro, cuando un mensajero anunció a Domingo la muerte del joven Napoleón Orsini, sobrino del cardenal Esteban de Fosanova allí presente, y Domingo, acercándose al cadáver del joven, lo resucitó. Jacinto quedó profundamente impresionado de aquel fraile, que tenía el poder de resucitar muertos. El obispo Ivón estaba admirado. El era un buen obispo, celoso en la reforma de su diócesis, piadoso y amante de los pobres. Pensó que Domingo podría ayudarle muy eficazmente en la predicación de la verdad cristiana y que con un hombre así muy pronto podría hacer que el nivel religioso de sus fieles alcanzase un alto grado. Acercándose pues, a Santo Domingo, le pidió que envíe religiosos a Polonia para evangelizar esas tierras, pero Domingo le hace ver que aún son muy pocos. El obispo insiste, y Domingo, como movido del cielo, le promete hacer dominicos a algunos de los que acompañan al obispo, y así regresarían como predicadores a Polonia. Llegaron profundo estas palabras en el prelado, quien movido por Dios, le hizo ver a los suyos su total apoyo y alegría si alguno decidía hacerse dominico. Estas palabras movieron los corazones de todos y los cuatro se postraron a los pies de Domingo pidiéndole ser sus hijos. Éstos eran: los hermanos Jacinto y Ceslao, y Hermán y Enrique.

Ese mismo año, en Santa Sabina recibieron el hábito y comenzaron sus prácticas religiosas. Los cuatro novicios eran ya sacerdotes; por eso su noviciado fue bien corto. Seis meses esperó en Roma el obispo de Cracovia a que los nuevos dominicos se formasen en la vida religiosa y pudiesen volver a Polonia. Cuando Domingo los vió firmes en las virtudes y confiados en la Virgen Madre de Jesús, los presentó al obispo para que regresaran. Pero no regresaron por el mismo camino ni juntos, ya que ahora como mendicantes y predicadores entraron en pueblos a evangelizar. En Friesach fundaron un convento y Jacinto le dió el hábito a muchos eclesiásticos y otros. Dejaron como Prior del convento a Hermán.

Pasaron por Stiria, Austria, Moravia y Silecia. La fama de lo que hacía Jacinto le precedió a Polonia, y cuando llegó la gente le tributaba honores de santo. En Cracovia lo recibieron como a un enviado de Dios. Su predicación era sellada por milagros y florecieron en las gentes la caridad, piedad y mortificaciones. El obispo y autoridades civiles hicieron donación de una iglesia parroquial para fundación de un convento, el cual pronto se vió nutrido de numerosos religiosos, que bajo la dirección de San Jacinto, llevaron la reforma de las costumbres a toda Polonia y la fe a remotas provincias. De todas partes le pedían que fundase conventos, semillero de apóstoles.

Fundó en Sandomira y en Plosko, sobre el río Vístula. Allí, queriendo pasar al otro lado del río, a Wisgrado, halló que la crecida del río se lo impedía, y los barqueros no estaban. Imploró el auxilio del cielo con la señal de la cruz y llamó a sus compañeros a seguirle, y adelantándose, caminó sobre las aguas hacia la orilla opuesta. Advirtió que sus compañeros se habían quedado en tierra y volvió hacia atrás, tendió su capa sobre el río y los exhortó en el nombre de Jesús a seguirlo. Y pasaron con él aquel impetuoso río a la vista de muchas personas que se hallaban al lado de Wisgrado. Y se corrió la voz del prodigio.

Pero el santo quería seguir adelante con la evangelización y llevar el Evangelio a los países del norte, sumergidos enl el cisma y la idolatria. Los problemas eran grandes, pero su empeño era mayor. Salió de Cracovia con varios religiosos que fue dejando en diferentes paises para que ellos continuaran la evangelización que él empezaba. A veces acompañado, a veces solo, seguía adelante, porque su confianza en su ángel de la guarda y la Virgen María lo animaban. Al llegar a un pueblo que hablaba otro idioma igual les predicaba y lo entendían, porque Dios obraba prodigios abundantes por su intermedio, y así la gente dejaba la idolatría y se convertían a Jesucristo.

El papa Gregorio IX en 1231, solo doce años después de la entrada de Jacinto en la Orden, reconoce la prodigiosa conversión de aquellas gentes, la inmensa alegría que esto produce en la Iglesia y los exorta a seguir fieles en la fe.

San Jacinto se dirige ahora a Dinamarca, Suecia, Noruega, Gotia, predicando y fundando conventos. Sus viajes son siempre a pie, sin provisiones, ropa ni comida, ayuno a pan y agua, durmiendo en el suelo, a la intemperie, con el frío insoportable de aquellos países; todo lo ofrece con alegría por la conversión de aquellas gentes. Sigue viaje a la pequeña Rusia donde convierte a miles, incluyendo al príncipe Daniel y sus vasallos. Luego sigue por las costas del Mar Negro, de Asia y entra en Rusia, donde consigue permiso para predicarles a los pocos católicos que allí encontró.

Predicó y realizó milagros y muchos se convirtieron. Llegó a Kiev, capital del imperio ruso. Dificil tarea para un evangelizador. Dios mismo le abre camino en aquel pueblo evangelizado antes por misioneros cismáticos, al devolver milagrosamente la vista a la hija del gran príncipe Wladimiro, ciega de nacimiento. Este milagro abrió los ojos de toda la corte a la verdadera fe; le piden que se quede con ellos y el Santo accede, fundando, con ayuda del soberano, un convento cerca de la ciudad. Allí se distinguió por su candor de vida y tierno amor a nuestra Señora del Rosario.


San Jacinto cruzando el Vistula

En 1240 el ejército tártaro de Batou, hijo de Gengis-Kan, invadió esas tierras, quienes saquearon la ciudad hasta dejarla en cenizas, pero no tocaron a Jacinto y los suyos, pues mientras entraban los bárbaros, ellos salían caminando sobre el río Vístula. Llevaba Jacinto el copón con las hostias consagradas para que no las profanaran los infieles, y al salir de la iglesia, una imagen de la Virgen, grande, de alabastro, le dijo: «¿Te vas y me dejas expuesta a tus enemigos? —Señora, respondió Jacinto, como podré llevarte si pesas tanto? —Prueba, replicó. La tomó entonces y vió que no pesaba más que si fuera de cartón, y la llevó, evitando la profanación de los bárbaros». A este milagro se añade otro, cual fue el que sus huellas quedaron marcadas en las corrientes de las aguas, y se les llama "camino de San Jacinto".

Dejó en el convento de Halitz a algunos religiosos salidos de Kiew, a otros en diversas provincias y él se encaminó a Polonia. Veinte años después de su salida, en 1241, entró en Cracovia

Ayudó en la instrucción de los futuros apóstoles y se fortaleció para seguir con sus tareas de evangelizador. Dos años más tarde resurge el caminante, se dirige a Dinamarca, Suecia, Noruega, Prusia y Rusia, reanimando la fe de los pueblos y a sus religiosos dominicos. Sus pasos lo llevan a la lejana Tartaria para convertir en siervos de Cristo a los que pocos años antes habían destruído Kiew. Llega al reino del Tibet y a Catay. Siglos después, misioneros enviados a esas regiones encontraron vestigios y recuerdos de la predicación de San Jacinto. Regresa por tercera vez a Rusia, funda conventos y convierte a muchos.

En 1257 regresa a Cracovia a morir con los suyos. Reyes y pueblo le consideran su protector. Dios continúa obrando prodigios en honor de su siervo Jacinto. Una madre le sale al encuentro al entrar en la catedral y le presenta sus dos hijos que han nacido ciegos y sin ojos. Hace él la señal de la cruz sobre los niños ciegos y en ese instante les da los ojos y la vista. De camino a un pueblo para predicar, pasando por el río Raba encontró a una madre que llevaba a su hijo ahogado, muerto. El santo sintió compasión de ambos, miró al cielo, y tomando de la mano al difunto se lo entregó a la madre vivo y alegre.





Su avanzada edad, sus largos viajes, trabajos apostólicos y penitencias, agotaron sus fuerzas. Jacinto pedía al Señor su pronto paso a la eternidad. A estas alturas de su vida, Santo Domingo ya había sido canonizado, y Jacinto celebraba con especial devoción esa fecha. El Señor le concedió saber que dentro de pocos días, en la fiesta de la Asunción de la Virgen pasaría de este mundo a la gloria, y como señal, el día 5 de agosto le dió unas fiebres. La víspera de nuestra Señora, llamó a sus religiosos, les habló, los consoló, los bendijo y abrazó a cada uno. Descansó, rezó maitines, asistió a la misa y le dieron la santa unción. Repitiendo "en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46), descansó en el Señor. Era el 15 de agosto de 1257. Murió en el convento de Cracovia y allí se venera su cuerpo.

Fue beatificado por Clemente VII en 1527 y canonizado por Clemente VIII el 17 de abril de 1594. Invocado por aquellos que están en peligro de ahogarse.

San Juan de Colonia y compañeros Mártires, 9 de Julio

San Juan de Colonia
Museo Histórico Dominico, Santiago de Chile
Con San Juan Heer la historia ha sido escasa en datos; pero sí sabemos que nació el Colonia a principios del siglo XVI. Ingresa en plena juventud en el Convento de Santa Cruz de su ciudad natal. Ya sacerdote pide ser destinado a Holanda, pues allí los católicos padecen una dura persecución por parte de los Calvinistas.




En Holanda trabaja en la Parroquia de Hoornaar a lo largo de 20 años. Es un celoso pastor de la feligresía. Como fiel hijo de Santo Domingo de Guzmán vive el ideal marcado por el Santo Fundador: "Transmitir a los demás el fruto de la contemplación"

San Juan de Colonia es dominico y, por ello tiene una espiritualidad en la que la devoción a la Santísima virgen es filial; y al mismo tiempo, es un enamorado de la Sagrada Eucaristía. Celebra la Santa Misa con singular fervor y es constante adorador ante el Sagrario. Esto le da fuerza para ser un gran apóstol y vivir la comunión y la fraternidad con otros religiosos y sacerdotes. En Gorcun, donde se encuentran encarcelados varios religiosos y sacerdotes se acerca, camuflado, llevándoles la Sagrada Comunión, apoyo y aliento fraterno. Sus frecuentes visitas no pasan desapercibidas a los calvinistas. En una de ellas, y después de administrar el Bautismo a un niño, es capturado y encerrado en la cárcel con una veintena de religiosos: franciscanos, agustinos y sacerdotes seculares.

La cárcel es un subterráneo destinado a peligrosos criminales. Allí padecen incontables ultrajes, golpes y malos tratos. Sufren de todo: insultos, azotes, bofetadas y simulacro de martirio una y otra noche..

Su martirio es refinado. El Conde de Lummois ordena sean conducidos a su residencia de Brielle. Embarcados en la noche son recluidos; al día siguiente llegan a la ciudad. Aquí sufren un simulacro de procesión: los 20 religiosos y sacerdotes, despojados de sus hábitos y con un mínimo de ropa, caminan entre burlas e insultos. Es un nuevo Vía Crucis. Les obligan a dar vueltas al patíbulo y a cantar a la Virgen María, y así en repetidas ocasiones.

Dos días más tarde, sin haber probado alimento, les fuerzan a renegar de la Sagrada Eucaristía y del Papa de Roma. Ante su negativa, son de nuevo, conducidos al suplicio. Allí les desnudan y son colgados durante horas. Más tarde les depositan en el suelo donde les amputan los miembros y les abren el vientre.

Al año siguiente, el 9 de julio de 1573, y a la misma hora, los soldados católicos obtienen una resonante victoria ante el ejército calvinista.

El 14 de noviembre de 1675 son beatificados por el Papa
Clemente X.

Traslación de las Reliquias de Ntro. P. Santo Domingo, 24 de Mayo


Doce años habían pasado desde la muerte de Santo Domingo. Dios había manifestado la santidad de su Siervo por multitud de milagros obrados en su sepulcro o debidos a la invocación de su nombre. Se veían sin cesar enfermos, alrededor de la losa que cubría sus restos, pasar allí el día y la noche, y volver glorificándolo por su curación. De las paredes próximas colgaban exvotos en recuerdo de los beneficios que de él habían recibido, y no se desmentían con el tiempo los signos de veneración popular. Con todo, una nube cubría los ojos de los Hermanos, y mientras que el pueblo exaltaba a su Fundador, ellos, sus hijos, en vez de preocuparse por su memoria, parecían trabajar en oscurecer su brillo. No sólo dejaban su sepultura sin adorno, sino que, por temor a que se les acusara de buscar una ocasión de lucro en el culto que ya se le daba, arrancaban de los muros los exvotos. Algunos deploraban esta conducta, pero sin atreverse a contradecirla de plano. Se dio el caso de que, creciendo el número de los Hermanos, se vieron obligados a demoler la vieja iglesia de San Nicolás para edificar una nueva, y quedó el sepulcro del santo Patriarca al aire libre, expuesto a la lluvia y a todas las intemperies. Este espectáculo conmovió a algunos de ellos, que deliberaban entre sí sobre la manera de trasladar aquellas preciosas reliquias a un sepulcro más conveniente. Prepararon un nuevo sepulcro, más digno de su Padre, y enviaron a varios de ellos a visitar al soberano Pontífice para consultarle. Ocupaba el solio pontificio el anciano Hugolino Conti con el nombre de Gregorio IX. Recibió muy duramente a los enviados, y les reprochó haber descuidado por tanto tiempo el honor debido a su Patriarca. Les dijo: «Yo conocí en él a un hombre seguidor de la norma de vida de los Apóstoles, y no hay duda de que está asociado a la gloria que ellos tienen en el cielo» (1). Hasta quiso asistir en persona al traslado; mas, impedido por los deberes de su cargo, escribió al arzobispo de Rávena que fuese a Bolonia con sus sufragáneos para asistir a la ceremonia.

Era Pentecostés de 1233. Se había reunido Capítulo General de la Orden en Bolonia bajo la presidencia de Jordán de Sajonia, sucesor inmediato de Santo Domingo en el generalato.


Transito de Santo Domingo

Estaban en la ciudad el arzobispo de Rávena, obedeciendo a las órdenes del Papa, y los obispos de Bolonia, Brescia, Módena y Toumay. Habían acudido más de trescientos religiosos de todos los países. Los hostales rebosaban de señores y ciudadanos notables de las ciudades vecinas. Todo el pueblo estaba en expectación. «No obstante —dice el Beato Jordán—, los Hermanos estaban intranquilos: oran, palidecen, tiemblan, porque temen que el cuerpo de Domingo, expuesto largo tiempo a la lluvia y al calor en una vil sepultura, aparezca comido de gusanos, exhalando un olor que disminuyese la opinión de su santidad». El 24 de mayo, lunes de Pentecostés, antes de la aurora, el arzobispo de Rávena y los demás obispos, el Maestro General con los definidores del Capítulo, el Podestá de Bolonia, los principales señores y ciudadanos, tanto de Bolonia como de las ciudades vecinas, se reunieron, a la luz de las antorchas, en tomo de la humilde piedra que cubría hacía doce años los restos de Santo Domingo. Mientras levantaban la losa, un inefable perfume salió del sepulcro entreabierto: era un aroma que nadie pudo comparar a cosa conocida, que excedía a toda imaginación. El arzobispo, los obispos y cuantos estaban presentes, llenos de estupor y alegría, cayeron de rodillas, llorando y alabando a Dios. Por fin, le abrieron arrancando los clavos de la parte superior, y lo que quedaba de Domingo apareció a sus hermanos y amigos. No era más que osamenta, pero llena de gloria y de vida por el celestial perfume que exhalaba. Los obispos no creyeron sus manos bastante filiales para tocar los huesos del Santo; dejaron ese consuelo y honor a sus hijos. Jordán de Sajonia se inclinó sobre aquellos sagrados restos con respetuosa devoción, y los trasladó a un nuevo féretro hecho de madera de cedro. Dice Plinio que esta madera resiste a la acción del tiempo. Se cerró el féretro con tres llaves, entregándose una al Podestá de Bolonia, otra a Jordán de Sajonia, y la tercera al Provincial de Lombardía. Luego lo llevaron a la capilla, donde estaba preparado el monumento: éste de mármol, sin ningún adorno escultórico.

Cuando llegó el día, los obispos, el clero, los hermanos, los magistrados, los señores, se dirigieron de nuevo a la iglesia de San Nicolás, abarrotada ya de gente. El arzobispo de Rávena cantó la misa del día, martes de Pentecostés. El féretro estaba abierto, y difundía por la iglesia sublimes aromas no contrarrestados por el suave humo del incienso; el sonido de las trompetas se mezclaba, a intervalos, con el canto del clero y de los religiosos; infinita multitud de luces brillaba en manos del pueblo; ningún corazón, por ingrato que fuese, era insensible a la casta embriaguez de aquel triunfo de la santidad. Terminada la ceremonia, los obispos depositaron bajo el mármol el féretro cerrado, para que allí esperase en paz y gloria la señal de la resurrección..

Santo Domingo de Guzmán y la Virgen del Rosario
Juan de Sevilla
Sacristia de la Iglesia de Santo Domingo, Granada
Los notorios milagros que habían acompañado el traslado del santo cuerpo de Domingo determinaron a Gregorio IX a no retrasar más el asunto de su canonización. Por una carta de 11 de julio de 1233, comisionó para proceder a la investigación de su vida a tres eclesiásticos eminentes. Se oyeron veintiséis testigos, y más de trescientas personas respetables confirmaron con juramento y firma todo cuanto aquellos testigos habían dicho sobre las virtudes de Domingo y los milagros obtenidos por su intercesión. Enviadas a Roma las declaraciones de Bolonia y Toulouse, Gregorio IX deliberó con el Santo Colegio. Un autor contemporáneo refiere que dijo en esta ocasión hablando de Santo Domingo: «No dudo más de su santidad que de la de los apóstoles Pedro y Pablo». Consecuencia de todos estos procesos fue la bula de canonización, expedida en Rieti, el 3 de julio de 1234. 

Sepulcro de Santo Domingo,
Basilica de Santo Domingo, Bolinia (Italia).
El culto de Santo Domingo no tardó en extenderse por Europa con la bula que lo canonizaba. Se le dedicaron muchos altares, pero Bolonia se distinguió siempre en su celo por el gran conciudadano que la muerte le había deparado. En 1264 se encarga al escultor Nicola Pisano la realización de los bajo relieves del Arca-sarcófago de Santo Domingo. El 15 de febrero de 1383 se abre el Arca-sarcófago para extraer el cráneo del Santo y se coloca en un relicario de plata dorada. El 11 de noviembre de 1411, el Arca-sarcófago con las reliquias del Santo son trasladadas a la Capilla, en la que actualmente se venera. En 1430: nueva remodelación del sarcófago de Nicola Pisano. El proyecto fue encomendado a Nicoló dell'Arca. Colocación de una tapa ornamental con veintiuna figuras. En 1494 Miguel Angel Buonarroti, concluye tres esculturas no esculpidas por Nicoló dell'Arca para el sepulcro, terminándose de esta forma tan santo sepulcro.

Patrocinio de la Virgen María sobre la Orden de Predicadores, 8 de Mayo

              La Iglesia ha invocado a la Virgen María "con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" ya que su función maternal perdura sin cesar en la economía de la gracia y "con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna." (LG, n.62)
            Como afirma el MO fray Humberto de Romans: "La Virgen María fue una grande ayuda para la fundación de la Orden y se espera que la lleve a buen fin" (Opera, II, 70-71). Por ello la Orden de Predicadores reconoce desde sus inicios la protección de la Virgen y "no duda en confesarla la experimenta continuamente y la recomienda a todos -frailes, hermanas y seglares- para que apoyados en cu protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador" (LG, n. 62) para llevar a cabo la difícil misión de la salvación de los hombres.
             La celebración del patrocinio de María en la Orden se celebró en la liturgia en coincidencia con el aniversario de la bula de fundación de la Orden el 22 de diciembre de 1216, pero ante la debida preferencia de las ferias de Adviento inmediatas a Navidad, se propone su celebración en este día del mes de mayo -dedicado a la veneración especial de María- pues también en este día diversos calendarios litúrgicos de otros propios ya celebran diversos títulos de María.

Sábado Santo - Liturgia Vigilia Pascual


Una vez que se pone el sol el sábado santo, comienza el gran dia de la resurrección del Señor. Toda la celebración de la Vigilia pascual se realiza durante la noche, de tal manera que no se vaya a comenzar antes de iniciarse la noche, o se termine la aurora del Domingo. La Misa, aunque se celebre antes de la media noche, es la Misa Pascual del Domingo de Resurrección. Los que participan en esta misa, pueden volver a comulgar en la segunda Misa de Pascua.

Por eso la celebración es el sábado por la noche, es una Vigilia en honor del Señor, según una antiquísima tradición (Ex. 12, 42), de manera que los fieles, siguiendo la exhortación del Evangelio (Lc. 12, 35 ss), tengan encendidas las lámparas como los que aguardan a su Señor cuando vuelva, para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa. 

En la solemne Vigilia Pascual, toda la Iglesia se alegra y canta con el triunfo de Jesús. En él, Dios Padre nos ha mostrado su voluntad de que la muerte no tiene la última palabra. Por eso, ésta es la noche para regocijarnos en el amor de Dios, amor que siempre quiere la vida, la libertad y la alegría. Muchos gestos acompañan el festejo de esta noche: el fuego de la luz nueva, el agua de la vida nueva, la Palabra, la eucaristía, el pregón pascual; en fin, todo aquello con lo cual queremos alabar a Dios y renovar nuestra vida de hijos e hijas de Dios.

La Vigilia Pascual se desarrolla en este orden:

1- Lucernario:
El fuego nuevo es asperjado en silencio, después, se toma parte del carbón bendecido y colocado en el incensario, se pone incienso y se inciensa el fuego tres veces. Mediante este rito sencillo reconoce la Iglesia la dignidad de la creación que el Señor rescata.



Pero la cera, a su vez, resulta ahora una criatura renovada. Se devolverá al cirio el sagrado papel de significar ante los ojos del mundo la gloria de Cristo resucitado. Por eso se graba en primer lugar la cruz en el cirio. La cruz de Cristo devuelve a cada cosa su sentido. Por ello el Canon Romano dice: "Por él (Cristo) sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros". 

Al grabar en la cruz las letras griegas Alfa y Omega y las cifras del año en curso, el celebrante dice: "Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén".

Así expresa con gestos y palabras toda la doctrina del imperio de Cristo sobre el cosmos, expuesta en San Pablo. Nada escapa de la redención del Señor, y todo, hombres, cosas y tiempo están bajo su potestad.

Se lo adorna con granos de incienso, según una tradición muy antigua, que han pasado a significar simbólicamente las cinco llagas de Cristo: "Por tus llagas santas y gloriosas nos proteja y nos guarde Jesucristo nuestro Señor".

Termina el celebrante encendiendo el fuego nuevo, diciendo: "La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu".

Tras el cirio encendido que representa a Cristo, columna de fuego y de luz que nos guía a través de las tinieblas y nos indica el camino a la tierra prometida, avanza el cortejo de los ministros. Se escucha cantar tres veces: "Luz de Cristo" mientras se encienden en el cirio recién bendecido todas las velas de la comunidad cristiana.

Hay que vivir estas cosas con alma de niño, sencilla pero vibrante, para estar en condiciones de entrar en la mentalidad de la Iglesia en este momento de júbilo. El mundo conoce demasiado bien las tinieblas que envuelven a su tierra en infortunio y congoja. Pero en esa hora, puede decirse que su desdicha ha atraído la misericordia y que el Señor quiere invadirlo todo con oleadas de su luz. 

2- Pregón pascual o "exultet"

Este himno de alabanza, en primer lugar, anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas.

Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la salvación resumida por el poema. Una tercera parte consiste en una oración por la paz, por la Iglesia en sus jefes y en sus fieles, por los que gobiernan los pueblos, para que todos lleguen a la patria del cielo.

3- Liturgia de la Palabra

En ella la Iglesia confiada en la Palabra y la promesa del Señor, media las maravillas que desde los comienzos realizó Dios con su pueblo. Las distintas lecturas del Antiguo Testamento nos llevan a contemplar la obra del Padre a través de la historia. Él estuvo siempre presente con su voluntad de salvar a la humanidad. Salvar del pecado, de la opresión, de la desesperanza. Él dio siempre su Palabra para que su pueblo viva, y fue generoso al regalarnos su gracia. La resurrección de su Hijo Jesús y el don del Espíritu son su regalo más grande

Entre las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento se canta el gloria y se tocan las campanas, también se ilumina de manera más plena la iglesia ya que durante las lecturas del Antiguo Testamento estaba iluminada más discretamente

4- Liturgia Bautismal


La noche de Pascua es el momento en el que tiene más sentido celebrar los sacramentos de la iniciación cristiana. La bendición del agua más que bendecir el agua se trata de bendecir a Dios por todo lo que en la Historia de la Salvación ha hecho por medio del agua (desde la creación y el paso del Mar Rojo hasta el bautismo de Jesús en el Jordán), pidiéndole que hoy también a través del sígno del agua actúe el Espíritu de vida sobre los bautizados. 

Si no se celebran bautizos se relaiza la bendición del agua y la renovación de las promesas bautismales. Se trata de que todos participen conscientemente tanto en la renuncia como en la profesión de fe; el signo de aspersión, con un canto bautismal, como un recuerdo plástico del propio Bautismo. Este signo se puede repetir todos los domingos de la Cincuentena Pascual, al comienzo de la Eucaristía.

la Oración universal o de los fieles, que es el ejercicio, por parte de la comunidad, de su sacerdocio bautismal intercediendo ante Dios por toda la Humanidad. 

5- Liturgia de la Eucaristía

Al acercarse ya el día de la Resurrección, la Iglesia es invitada a participar en el banquete eucarístico, que por su Muerte y Resurrección, el Señor preparó para su pueblo. La celebración eucarística es la culminación de la Noche Pascual. Es la Eucaristía central de todo el año, más importante que la de Navidad o la del Jueves Santo. Cristo, el Señor Resucitado, nos hace participar de su Cuerpo y de su Sangre, como memorial de su Pascua.