Propiamente el venerable Fray Luis de Granada, no es Santo, pero es uno de los principales personajes de la Orden en España (por no decir que es una de las mayores glorias granadinas). Por eso no queremos dejar pasar esta ocasión del aniversario de su muerte, ocurrida en Lisboa el 31 de Diciembre de 1588, y lo hacemos con unos textos tomados del Boletín del centro artístico de Granada, del lunes, 31 de Diciembre de 1888, III centenario de su muerte.
Hoy se celebrarán solemnes honras fúnebres en la iglesia del ex convento de Santo Domingo por el alma del venerable P. M. Fray Luis de Granada, hijo preclaro de dicha iglesia, donde profesó.
La oración fúnebre estará a cardo del canónigo lectoral de esta catedral D. Maximino Fz. Del Rincón y Soto. Concluidas las honras se descubrirá solemnemente la lápida conmemorativa del centenario, colocada en el vestíbulo del referido ex convento. El texto de la inscripción dice así:
A la memoria del venerable dominico, del sabio maestro y elegantísimo escritor Fray Luis de Granada, honor insigne de su patria que vivió en este convento y murió en Lisboa el 31 de diciembre de 1588. En el tercer centenario de su muerte el Ayuntamiento de esta ciudad.
Asimismo también se informa que con motivo de las fiestas del centenario de Fray Luis de Granada, se hallan en Granada los PP. Fray Paulino Álvarez y Fray Justo Cuervo, religiosos dominicos de Palencia y Vergara, respectivamente, e iniciador el último de la conmemoración del mencionado centenario.
Breve noticia de la vida del Venerable Maestro Fray Luis de Granada, por Leopoldo Eguilaz.
[1]VINO al mundo este príncipe de nuestros escritores ascéticos en Granada el año de gracia de 1504. Al decir del diligente historiador Bermúdez de Pedraza, «los viejos de esta ciudad señalan la casa donde nació este Cicerón cristiano, en un corral de vecindad que tiene dos puertas, una á la calle de los Molinos y otra á la de Santiago.» De ser así y correspondiendo el lugar designado al conocido hoy por Corral del Paso, enclavado dentro del perímetro de la parroquia de Santa Escolástica, desde el punto de su erección, en ella debió de ser bautizado y no en la de S. Cecilio, como con equivocación manifiesta afirma más adelante el citado escritor en otro párrafo de su obra[2].
Su padre, de apellido Sarria, oriundo del pueblo del mismo nombre en Galicia, se estableció en esta ciudad con otros de su tierra, después de su conquista por los Reyes Católicos, con la esperanza, sin duda, de hacer fortuna. Si fueron tales sus propósitos, mal debieron salirle las cuentas, pues á su muerte no dejó á su viuda é hijo otra hacienda que la de la caridad. De esta orfandad y desamparo nos certifica el mismo Fray Luis, cuando, allá por los últimos años de su vida, excusando el argayo que le encarecía su compañero de celda, para defenderse del frio, rigorosísimo en aquel invierno en Lisboa, le dijo: «Padre, no trate más de eso; yo me crie desnudo y mi madre, con una mantellina más vieja que nuestra capa, me cubría, y ella pobre y yo desarrapado íbamos á la portería de Santo Domingo de Granada con nuestra ollica y en ella traíamos un poco de caldo y unos mendruguillos con que nos sustentábamos[3]». Esta situación de necesidad extrema vino á templarse en algo cuando, dolidos los padres dominicos de aquellas criaturas harapientas, dieron empleo á la madre en el lavado de la ropa y en el amasijo del pan del convento, como lo atestigua su propio hijo en aquella carta que cerca de sus postrimerías escribió desde Lisboa al prior de Santo Domingo, remitiéndole una cantidad, producto de sus obras, en la cual le encargaba «que en los libros de recibo mandase hacer asiento de que Fray Luis de Granada, hijo de la lavandera y amasadera del Convento, por ser hijo del hábito del mismo, enviaba aquella limosna.» Este oficio de amasadora ejerciólo más adelante en la Alhambra la madre de Fray Luis, hecho de que así mismo nos da testimonio cuando visitado en Lisboa en 15 82 por D. Pedro de Granada, echando de ver que lo trataba como á deudo, le dijo: «Pobre de mi, señor, que soy hijo de una panadera de la Alhambra.» Máceme sospechar esto que por aquel tiempo debieron tener en ella madre é hijo su morada, y juntamente con esto la circunstancia de que en aquellos sitios reales acaeció el lance que refiere Sousa en la vida de Fray Luis. Y fue que metido en pendencia con otro chico de sus años, de las palabras pasaron á las obras. Hallábase á la sazón el Conde de Tendilla asomado á una de las ventanas de su casa y como viera enzarzados á aquellos rapazuelos, ordenó que luego al punto los desparecieran. Separados que fueron, acercósele Fray Luis diciéndole tales y tan templadas razones y con tal viveza y donaire que, cautivado de su discreción y certificado de su pobreza, mandó á un criado le tomase á su servicio, le criase y le diese estado. En el de paje de sus hijos le vemos por aquellos días, pues, según refirió al susodicho caballero D. Pedro de Granada, con ellos comunicaba, con ellos bajaba cada día á la ciudad casa de un Dómine, siendo portador de los libros en que al par de ellos estudiaba,
Hallándose en este servicio, y siendo de diez años poco más ó menos, se acomodó de acólito en la Capilla Real[4], según refiere el Doctor Luis de Babia y los mismos ministros de ella, al decir del Licenciado Muñoz.
A esta época pienso hay que referir aquellas gentiles muestras de su memoria peregrina cuando, oído que había un sermón, lo repetía de coro á su auditorio infantil con tanto brío y despejo como donosura y gracia. Con tan felices disposiciones, realzadas por su profunda humildad, no es maravilla se sintiera como llevado por la mano á abrazar el estado religioso.
En el año 1524, cuando aún no contaba los veinte, obtuvo el hábito de novicio en el Convento de Santa Cruz la Real, y el de profeso en 15 de Junio del siguiente, habiendo trocado su apellido por el nombre de su ciudad natal. Aún era viva su madre, aunque, por no estar más medrada de hacienda que en su niñez, tuvo que acudir á su mantenimiento, previa licencia del prior, con la mitad de la ración que recibía de la comunidad. Tan encendido amor la tenia y con tal veneración la miraba, que, hallándose predicando una vez á grandísimo auditorio, como observase que la pobre anciana trataba de abrirse paso por entre la apiñada muchedumbre, cortando el hilo al discurso, dijo á grandes voces: «Dejen entrar á mi madre.»
Terminado el estudio de artes, en el que aventajó á todos sus condiscípulos, le adjudicó el Capítulo la prebenda, vacante á la sazón, que correspondía al convento en el Colegio Mayor de San Gregorio de Valladolid, donde entró á cursar teología en 11 de Junio de 1529. En él permaneció hasta el propio mes de 1534, en -que regresó á Granada, dejando memoria en aquella santa casa de su sabiduría y virtud y de su vida áspera y penitente. A los tesoros de erudición clásica allegados durante el estudio de Artes añadió otros no menos copiosos y regalados en Escritura, Teología y Patrología y en muy diversos ramos del saber humano. Hasta dio gallardos empleos á su numen poético, que no había de faltar por ventura en genio tan prodigioso, en aquellos hermosos versos, dedicados á Diego de Astudillo, con motivo de su tratado De Generalione, que comienzan: Qiialis purpureo stirgens oriente rnbescit Alma dies flaniinis sidera cunda fngil.
Cuadro del Padre Granada que se conserva en el camarín de la Virgen del Rosario
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De vuelta á Granada fue nombrado Lector de Artes y Teología, enseñanzas que dio en otros muchos conventos, como se lee en uno de sus biógrafos, mereciendo por ello que se le confiriese el grado del Magisterio teológico, y el dé Maestro general de la orden, título que le fue confirmado en 1564, por el capítulo general de Bolonia. Al cabo de diez años de residencia en Granada, fue comisionado por el general de la orden para reparar el convento de Scala Coeli, fundado en los yermos de Córdoba por San Álvaro, confesor del rey D. Juan II, mandado redificar por el Papa Clemente VII, en un breve que lleva la fecha de 1534. En el silencio de aquellas soledades, cuyos apacibles encantos tanto convidan al recogimiento, escribió Fray Luis su admirable Libro de la Oración y Meditación. Por este tiempo tuvo la dicha de comunicar en Montilla, casa de los Condes de Feria, con el Venerable Juan de Ávila, gran maestro en la predicación, de cuyos labios oyó esta notable sentencia, que jamás se le cayó de la memoria: «Sermón, dijo (contestando al Conde, que deseaba saber su parecer sobre el que acababa de oír á Fray Luis) en que no se predique á Cristo Crucificado y á San Pablo y trayendo su doctrina, no me satisface.»
Este, con otros muchos avisos y documentos que oyó al gran orador durante su estancia en Montilla, fueron parte para que, declarándose su discípulo, le dijera: «Más debo á vuestra merced y á sus consejos, que á muchos años de estudios, y así lo confieso por mi verdadero maestro». De prior del convento de Scala-Coeli, pasó Fray Luis con licencia del provincial, á ser predicador del Duque de Medina-Sidonia, en cuya población y en la de Sanlúcar tuvo su residencia hasta que por orden de sus superiores pasó á fundar el convento de Badajoz. En él compuso aquel libro tan soberanamente hermoso y el que más en estima tenia entre sus otros trabajos, in titulado la Guía de Pecadores, en cuyo elogio dice felicísimamente Muñoz, ser «escritura tan admirable que se puede tener por cierto que la escribía el padre Maestro Fray Luis y el Espíritu Santo la dictaba». Llegó en esto á oídos del Cardenal infante D. Enrique, Arzobispo de Évora, la fama de su nombre, y procurando por el bien espiritual de sus diocesanos, pidió á los prelados de la orden diesen licencia á Fray Luis para trasladarse á Portugal. Obtenida que fue, aposentóle en la casa de religiosos descalzos de la orden de San Francisco, llamada de Valverde, distante una legua de Évora, en cuyo convento, previo permiso del General de los dominicos, fue más tarde prohijado, dejando desde aquella hora de pertenecer á la provincia de Andalucía. En 1557 fue elegido provincial de la de Portugal en el Convento de Batalla. Durante su prelacía floreció la religión, se reformaron las costumbres y prosperó su orden en el reino con nuevas fundaciones.
Siendo confesor de la Reina Catalina, viuda de Juan III y hermana del Emperador Carlos V, .se le brindó con el Arzobispado de Braga, honra que declinó el ilustre dominico como lo había hecho antes con el Obispado de Viseo y más tarde con el capelo cardenalicio.
Cuando en Octubre de 1572 cesó Fray Luis en el cargo de provincial, recogióse al convento de Santo Domingo de Lisboa, á cuya ciudad siguió al Infante D. Enrique que no se hallaba sin su persona y consejo. Consagrado día y noche á escribir, á la oración y al estudio pasó Fray Luis el resto de su santa vida, si entero de espíritu lacerado por crueles dolencias. Estudiando una noche un sermón viose afligido por la repentina pérdida de un ojo, quedándole tan mermada la vista del otro que pensó haberse quedado ciego. Considerándose ya inútil para escribir y como carga pesada para la comunidad, aplicóse á tocar la tecla, para para acompañar el oficio divino, lo que logró sin esfuerzo, por ayudarle lo mucho que sabía del canto de órgano. Finalmente, amargadas sus postrimerías por nuevos padecimientos, y gravísimo disgusto, después de recibir los Santos Sacramentos, de dirigir la palabra á los novicios, exhortándoles al amor á Dios y á la práctica de la virtud, y de oír la Pasión de Ntro. Señor Jesucristo, según San Juan, que pidió se le leyese, teniendo en la mano la vela de los agonizantes, entregó el alma á su Creador á las nueve de la noche del 31 de Diciembre de 1588.
Fue enterrado en el antecoro de la iglesia de su convento y sobre su sepultura colocaron una lápida con una inscripción latina, cuya versión al romance, hecha por el Licenciado Luis Muñoz, dice así:
«Fray Luis de Granada, de la Orden de los Predicadores, por cuya doctrina se ven mayores milagros (Así lo dixo el Oráculo de Gregorio XIII Pontífice Máximo) que si hubiera alcanzado de Dios vista á ciegos, vida á muertos. Mucho más que por haber repudiado muchas veces Obispados, ilustre por su admirable piedad con Dios y misericordia con los pobres. Habiendo ilustrado todo el Orbe con sus insignes libros y sermones, a los ochenta y cuatro años de su edad, murió en Lisboa, con gran sentimiento de la República Cristiana. El día antes del primero de Enero de mil y quinientos y «ochenta y nueve.»
[1] Para estos ligeros apuntes he consultado la hermosa biografía del Licenciado Don Luis Muñoz. Madrid, 1639.
[2] V. Historia Eclesiástica de Granada, 4ª pte.,fol. 33í, 2.* col.
[3] Los religiosos del, dice Pedraza (lugar citado), por tradición de sus mayores, cuentan graciosos cuentos de la pobreza de la madre y de la humildad del hijo.»
[4] Estaba por aquel tiempo en la Iglesia del Convento de San Francisco de la Alhambra