La Muy Noble, Muy Leal, Nombrada Grande, Celebérrima y Heroica Ciudad de Granada vio felizmente el paso del Ángel de la Paz y Apóstol de Europa San Vicente Ferrer.[1]
San Vicente Ferrer predicando al Rey Moro |
Fue el año 1406. La España árabe marchaba hacia el ocaso de una larga dominación musulmana que duró cerca de ocho siglos. Hasta al propio rey moro de Granada llegó la fama de sapiencia, virtud y santidad de San Vicente. Era Yusuf III un monarca muy ¡lustrado y abrió su corte a los extranjeros inspirándose en los deseos de paz y cultura. De corazón muy noble y generoso, al tener noticias de San Vicente Ferrer envió en su busca, y el Santo prometió a los mandatarios del rey que iría a Granada, como más tarde llegó a la ciudad de los Cármenes, ya enfermo de una profunda llaga en una pierna, por cuyo motivo vino obligado a hacer su entrada en la maravillosa Alhambra montado en un asno.
La voz estentórea del Ángel de la Paz se había dejado oír en los aires, como un siglo antes la de otro hijo de Valencia San Pedro Pascual, en la propia ciudad de Granada, en sus calles y plazas públicas. La predicación de San Vicente Ferrer sonaba potente y atravesaba los gruesos muros en el palacio de los reyes moros, y las silenciosas bóvedas del alcázar se conmovieron a la exhortación del «Temed a Dios y dadle honor...»
«El temor a Dios —nos ilustra el P. Fages en su documentada obra Historia de San Vicente Ferrer— penetró en las almas y turbó a los que dormían el sueño de una muerte muchas veces secular. Apenas había predicado tres veces ocho mil moros pidieron el bautismo y hasta el mismo rey meditaba el proyecto de abrazar la fe de Cristo, cuando recibió enérgicas advertencias de los alfaquíes, muftíes y otros amenazándole con una revolución general si renunciaba al Profeta. Débil el monarca, cedió; llamó al Apóstol a su presencia, le dio las gracias y le dijo que con gran sentimiento suyo no podía permitirle por más tiempo que permaneciera en su reino.»
Comprendió San Vicente que no había sonado la hora para Granada, pues hasta ochenta y seis años después, en 1492, no se efectuó, como sabemos, la reconquista y con ella la unidad nacional, cuyo principal promotor fue en Caspe nuestro Santo; por eso el entonces Fr. Vicente Ferrer, rindiéndose a los designios del Supremo Hacedor, no quiso exponer a una persecución el pequeño rebaño conquistado a Jesucristo Dios y Señor nuestro; pero el dolor de San Vicente fue muy vivo cuando dos años después supo que al morir el rey Yusuf III de Granada dejó por debilidad pasar la gracia de Dios que bien a las claras se manifestó en la despedida que le hizo al partir de la ciudad granadina: «Tú eres bueno y tienes un alma recta; nada he hallado en ti reprensible desde el día que llegaste aquí. Pero no gustas a los alfaquíes. Vuélvete, pues, en paz.»
San Vicente Ferrer |
Efectivamente, el rey moro murió el día 11 de mayo de 1408, y todos los historiadores de San Vicente Ferrer confirman el número de musulmanes convertidos en Granada en, el primer encuentro con el Ángel del Apocalipsis y la buena intención del noble monarca árabe neutralizada por los muftíes y alfaquíes; pero la obra apostólica llevada a efecto, la siembra de nuevas almas para Jesucristo, tenía que dar sus frutos, y el 2 de enero de 1492 Granada se rendía a los Reyes Católicos. El rey moro Boabdil, al entregar las llaves de las puertas principales de la Alhambra, dijo a Fernando V de Aragón: «Tuyos somos, rey poderoso y ensalzado, que tal es la voluntad de Dios.»
No es casual que al poco tiempo de entrar en Granada los católicos monarcas fundaran un convento de Dominicos, Santa Cruz la Real, la fundación se llevo a cabo el 5 de Abril, fiesta de San Vicente Ferrer.
[1] Historia de la Vida Maravillosa, y admirable del Segundo Pablo, Apóstol de Valencia, San Vicente Ferrer, Padre Maestro Fray Andrés Ferrer, Imprenta del señor Arzobispo, a costa de Vicente Muñoz, Mercader de Libros Valencia, 1729, p. 56-57.