El día 19 de junio de 1988, SS. El beato Juan Pablo II canonizaba a una verdadera pléyade de santos del Vietnam, altamente representativa de la legión de mártires que regaron con su sangre aquellas difíciles tierras de misión en el largo período que va desde la primera persecución, iniciada en 1620, hasta el año 1862, en el que el rey Tu-Duc, tras una intervención de Francia, sancionó el principio de libertad religiosa para todos sus súbditos. En la impresionante lista de canonizados figuran ocho obispos, cincuenta presbíteros y cincuenta y nueve seglares. Encabeza la lista de los ocho obispos (todos ellos dominicos españoles excepto un francés) santo Domingo Henares: primero en recibir la palma del martirio y primero también en ser beatificado, ya en 1900, por el papa León XIII.
Los setenta y dos años de vida de Santo Domingo Henares están
divididos a partes iguales por la consagración episcopal: fue ordenado obispo a
los treinta y seis años y fue decapitado treinta y seis años después. Nació en
Baena, diócesis de Córdoba, el 19 de diciembre de 1765 en el seno de una
familia muy humilde. Muy joven su familia se traslado a Granada, donde con su familia se inscribio en la Archicofradía del Rosario y a los 17 años
recibió el hábito de Santo Domingo en el convento de Santa Cruz la Real de
Granada. Parece que obtuvo la admisión después de mucho insistir. En 1783 hizo
la profesión religiosa. Recién profeso, y sólo iniciados los estudios
teológicos, manifestó voluntad decidida de ser misionero. El ambiente
apostólico del convento de Santa Cruz debía de ser muy bueno porque otros
compañeros manifestaron el mismo deseo. Los dominicos ya contaban en España, y siguen
contando, con la provincia del Santo Rosario que mira a las misiones en el
Extremo Oriente. A ella se incorporó el joven dominico profeso del convento de
Granada. Partió de Cádiz en septiembre de 1785 rumbo a Puerto Rico, Cuba,
México y Filipinas, donde desembarcó el 9 de julio de 1786.
La Universidad de Santo Tomás de Manila, regida por los
dominicos, estaba en todo su esplendor. En ella concluyó sus estudios al mismo
tiempo que impartía clases de humanidades. El 20 de septiembre de 1789 recibió
la ordenación sacerdotal e inmediatamente fue destinado a las Misiones de
Tonkín (hoy al norte de Vietnam). Llegó el 28 de octubre de 1790. Uno de sus
primeros cargos en la misión fue el de rector del seminario para sacerdotes
indígenas establecido en Tién-Chu, cargo en el que permaneció hasta 1798 en que
fue nombrado vicario-provincial por el Capítulo de la Orden. Al fallecer el
vicario apostólico Fr. Feliciano Alonso, le sucedió San Clemente Ignacio, que
ya era su obispo-coadjutor con derecho de sucesión. Inmediatamente designó a
Fr. Domingo para vicario general. Los tiempos eran difíciles y cargados de
malos presagios. San Clemente Ignacio procuró inmediatamente contar con su
propio obispo coadjutor: el 9 de septiembre de 1800 obtenía del papa Pío VII
para nuestro santo Domingo Henares el nombramiento con el título episcopal de
Fez. La ordenación episcopal se retardó hasta el 9 de enero de 1803; tuvo lugar
en Phunhay.
Causó admiración la rapidez con la que aprendió la lengua de
los nativos y, más aún, su afabilidad no sólo con los conversos sino incluso
con los mandarines, que con harto pesar se veían obligados a proceder contra
él. Tratándose de un mártir, lo que más importó para los procesos de su
beatificación y canonización fue documentar debidamente los datos de su
persecución y muerte. Cuando el sanguinario rey de Tonkín, Minh-Manh, inició la
persecución contra los cristianos, decidió, ante todo, acabar con los
misioneros fijándose directamente en los pastores más sobresalientes de la
grey: Delgado, Henares, Hermosilla, Ximeno... Nuestro Santo Domingo Henares, ya
rebasados los setenta años, anduvo errante, huyendo de aquí para allá de los
soldados que le buscaban por los diversos poblados. El 9 de junio de 1838 creyó
ponerse a salvo con el fiel catequista Francisco Chieu en una pobre embarcación,
pero los vientos fueron contrarios y tuvieron que volver a tierra. Hallaron
refugio en la casita del pescador cristiano Nghiém. Pronto se enteró el
prefecto del poblado Bat-Phang. Se puso en contacto con él, fingiéndose su
amigo, e inmediatamente lo traicionó. Los mandarines lo arrestaron junto con
los mencionados Chieu y Nghiém.
escultura de Santo Domingo Henares en la Plaza de su localidad natal |
Todo sucedió con rapidez. El 11 de junio fue conducido a Nam
Dinh junto con sus dos compañeros. A él, seguramente por la debilidad de la
vejez, lo conducían encerrado en una jaula, seguido de sus compañeros que iban
a pie cargados de cadenas. Nada más llegar fue condenado a muerte. Lo
decapitaron el día 25 del mismo mes de junio, junto a Francisco Chieu. San
Jerónimo Hermosilla, decapitado veintitrés años después, dejó escrito el siguiente
elogio de santo Domingo Henares: «Pureza extrema de vida, celo insaciable por
la salvación de las almas, sed ardiente del martirio, evangélicamente pobre
para sí mismo y prodigiosamente generoso con los necesitados»