19 de Marzo - San José, esposo de la Virgen María


La Iglesia honra siempre a San José con María y Jesús. Oriundo de la estirpe davídica, fue San José el tipo consumado del varón justo (Ev.). Como por causa de su matrimonio con la Virgen María San José tiene derechos sobre el fruto bendito del seno virginal de su Esposa, existe gran afinidad de orden moral entre él y Jesús, ejerciendo sobre el Niño Dios cierto derecho paterno, que el Prefacio de San José describe muy delicadamente con los términos paterna vice. San José, sin que haya engendrado a Jesús, es legal y moralmente padre del Hijo de la Virgen Santísima, por los estrechos lazos que le unen con María.


Estaban en la familia de Nazaret las tres personas más grandes y excelsas del universo: Cristo Hombre, la Virgen Madre de Dios, y José, padre nutricio y legal de Cristo. Dios le reveló el misterio de la encarnación y le confió la custodia del Verbo Encarnado y la virginidad de María.

El himno de Laudes dice que «Cristo y la Virgen le asistieron en su hora postrera con rostro sereno». San José voló al cielo para gozar claramente de la visión del Verbo, cuya humanidad tanto tiempo y tan cerca le había sido dado contemplar en la tierra. Con razón, pues, se le invoca como modelo de las almas interiores y contemplativas y patrón de la buena muerte. Además, en el cielo, sigue siempre ejerciendo muy poderoso influjo sobre el corazón de Jesús y de María, su santísima Esposa (Dr.).

Imitemos en este santo tiempo la pureza, la humildad y el espíritu de oración y recogimiento de José en Nazaret, donde vivió con Dios, cual otro Moisés en la nube (Ep.).

La Iglesia en España celebra hoy el día del Seminario. Confiamos a San José nuestra petición por la calidad y el número de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Igualmente, la formación humana, intelectual, espiritual y pastoral de los candidatos al sacerdocio. Tampoco olvidamos prestar nuestra ayuda, incluso material, a los seminarios y casas de formación. La promoción de vocaciones nos atañe a todos. Hemos de empeñarnos en ello.

¡Glorioso Patriarca! ¡Esposo fidelísimo de María! durante tu vida fuiste el amparo de la Sagrada Familia. Continúa esa solicitud sobre toda la Iglesia, la Familia de Dios en la tierra. Que aprendamos de ti la verdadera sabiduría a la cual ajustaste perfectamente tus obras. Varón justo te llama el Evangelio; enseña a todos la verdadera justicia, a los que mandan y a los que obedecen, a los patronos y a los obreros, pues de todos eres ejemplo admirable. Danos un tierno amor a Jesús y María y protégenos sobre todo a la hora de la muerte.